Es bueno hacer favores, dar con alegría, sentirse útiles a los demás. Sin embargo, cosa mala es atarse a alguien que te recuerda de distintas maneras la ayuda que te prestó en tal o cual ocasión, se jacta de ello en público o en privado y no se cansa de tus continuos agradecimientos.
Si quien te auxilia es persona desinteresada, mucho mejor, pero hay quien se cobra el bien que ha hecho con demasía.
Al principio puede parecer que entre vosotros nace una buena amistad llena de ternura y comprensión. No es cierto. Poco a poco intentará atarte a sus deseos y lentamente irá anulando tu pensamiento y tus decisiones. Te cerrará la boca. Te robará el aire. Te harás su esclavo al sentirte obligado a entrar por su aro dejando tu propia iniciativa a un lado. Estos todavía no entienden de generosidad, de dar sin recibir nada a cambio. Para ellos todo es un negocio, un intercambio con intereses.
Los hay que hacen una obra de caridad y no la olvidan. Otros, por conveniencia propia, te colman de obsequios sin que entiendas el motivo, se exceden y es posible que a partir de ahí toda la vida te tengan aprisionado. Es cierto que el miedo a quedar como un desagradecido es elemento importante en esta historia. Hay que tener las cosas claras. El mejor favor que alguien te puede hacer es respetar tu libertad.
Nunca sabemos cuando vamos a tener necesidad de ayuda y hay personas generosas que te asistirán sin buscar nada a cambio, te darán buenos y desinteresados consejos, estarán presentes cuando más lo necesitas, incluso guardarán silencio cuando sea necesario. El apoyo de estos es de un valor incalculable, incluso son capaces de ver tu necesidad antes de que se la comentes.
Elige bien la persona a la que vas a pedir, examina lo que recibes. Puede ocurrir que cuando los regalos o los favores entran por tu ventana, tu dignidad se vea obligada a salir por la puerta.
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Perfil del blog
Me gusta mirar desde otro lado, buscar diferentes perspectivas de la realidad, reflexionar sobre ellas. Las noticias que nos ofrecen, las normas sociales que nos imponen, no son imparciales. Nos conducen hacia un lado u otro guiados por intereses particulares. No siempre es bueno dejarse convencer por lo que afirman opina la mayoría. Cuando ésta sigue el camino que se le traza, yo me entretengo en buscar otras veredas, quizás menos transitadas, quizás más embarazosas, y escribo. Escribo para no ser engañada, porque deseo vivir en serio el tesoro de los años que se me han concedido.
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